LOS CANARIOS NO PADECEN DE INSOMNIO, NI LAS ABEJAS TOMAN DIAZEPAM
- sinododelapeninsula 1988
- 28 ago 2024
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Si bien el hombre vio afectadas sus capacidades a causa de la caída, y la creación quedó bajo miseria y frustración, el jardín de Dios no quedó expuesto al azar ni al despropósito. El hombre, comisionado para cultivar y guardar el Edén, se corrompió y descarrió, pero Dios continúa cuidando de Su jardín: regando sus plantas, alimentando a sus criaturas, dando habitación y nido a cada mamífero, ave, reptil o criatura del mar. Ellos no dependen del producto interno bruto, ni se preocupan por la inflación; no se pelean por el reparto de utilidades, ni se desvelan haciendo su declaración de impuestos. Las bestias del campo no debaten si el capitalismo o el comunismo es un mejor esquema económico; las aves de los cielos no se preocupan por el aumento de la tasa de interés o el estancamiento del mercado bursátil; los montes no tiemblan ante la cuesta de enero, ni los árboles se estremecen ante la globalización. Las criaturas del bosque y la pradera no saben de afores, cotizaciones para el retiro, préstamos, crisis económicas, políticas o ambientales. Ellos saben una cosa: Dios cuida de Sus criaturas, Dios provee cada día lo necesario; la lluvia y el sol, el viento y el calor, todo llega a su debido tiempo de la mano del Creador.
"Dan de beber a todas las bestias del campo; mitigan su sed los asnos monteses. A sus orillas habitan las aves de los cielos; cantan entre las ramas. Él riega los montes desde sus aposentos; del fruto de sus obras se sacia la tierra. Él hace producir el heno para las bestias, y la hierba para el servicio del hombre, sacando el pan de la tierra..." (Salmo 104:11-14)
Un gorrión, un charalito, una golondrina o una abeja quizá tienen mayor confianza en Dios que los humanos. Ellos no se afanan ni se estresan; no pierden el sueño a causa de la ansiedad ni se desesperan por el mañana. No, los canarios no padecen insomnio, ni las abejas toman diazepam; ellos saben, quizá mejor que nosotros, que Dios es el sustentador de su pequeña y frágil existencia. Seguramente los humanos podemos aprender de ellos, pues parece que una golondrina en la mano de Dios tiene más paz y tranquilidad que un humano con mucho oro en la suya.
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